Se llamaba Henri Marie Raymond de Toulouse Lautrec. Hijo del Conde de Toulouse y de la vizcondesa de Lautrec. 1 metro 52 centímetros de talento, de conocimiento, de persona. Todo un artista y corría el año 1864 y más en concreto un 24 de Noviembre cuando venía al mundo esta ejemplar persona en el castillo de Albi. Vamos pues con su historia, os aseguro no es vulgar.

No, su familia no era de esas nuevas ricas tocadas por el oportunismo napoleónico. Era una familia de rancio abolengo, de los Toulouse y Lautrec de toda la vida y él un producto de la endogamia. Sus padres formaban esa típica pareja la cual no pegaba ni con cola. Y Henri se vería muy afectado por ello en su morfología física. Así las cosas el padre era un tipo extravagante, se sabía tal porque podía permitírselo. Se disfrazaba, se vestía de cosas raras, bebedor y fumador, se travestía en las fiestas en su castillo y su mujer contemplaba no sin horror los disparates de su marido. Ella que era una impenitente, furibunda, y piadosa católica solo tenía ojos para la ortodoxia y para cuidar a un infante, a su hijo Henri Marie.


Así las cosas, su madre que tanto había velado por su salud y tanto se había preocupado de Henri lo envía a París a estudiar Bellas Artes. La comunidad pictórica no hizo sino rechazarlo. Quassimodo lo llamaban. Decían que pintaba horrorosamente mal. Que era una auténtico desastre y Henri funda su propio estudio a la par que empieza a frecuentar los tugurios parisinos de la época. Es la época de Degas, de Van Gogh, de Toulouse Lautrec, de Montmartre....... No por nada era vecino de Degas en esa calle llamada "Rue de la Fontaine". Todos se sabían artistas, y ninguno genio. El tiempo les daría la razón, vaya si les daría esa razón. Se convertirían al fin y a la postre en los mejores pintores que daría la Europa de la época.


Señalar, que Henri estaba pletórico. Se había convertido en un artista muy reconocido, la gente arrancaba sus carteles por las noches y su licenciosa vida le empezaría a pasar factura. Su padre, vendió el Castillo de Albi con todos sus recuerdos infantiles a su tía, con la sola vocación de desheredarlo. Y su madre se traslada a París para estar cerca de su hijo. La vida de Henri era la siguiente: Se despertaba tarde, acudía al taller de litografías, trabajaba un poco. Acto seguido quedaba con sus amigos a comer, con lo cual bebían, luego se retiraba a su apartamento a dormir la mona, evidentemente se despertaba con resaca, se ponía a trabajar, acudía a casa de su madre a cenar y más tarde volvía al cotarro, a la tramoya de París hasta las tantas de la mañana. No era mala vida, por cierto...... El sinvergüenza de su padre en sus primeras obras logró convencerle para que firmara con seudónimo y así no manchar la reputación del apellido. La firma era "Tooloose". Juego de palabras que en inglés quiere decir: Demasiado perdido.
Pero esa vida le pasaría factura. Una factura cara, carísima. Como bien he dicho antes, todo le venía bien a Henri. El champán, el cognac, la cerveza y..... grandes cantidades de absenta. Se la bebía como el agua y encima mezclaba todo. Una bebida a base de anisette, ajenjo y licor con nada más y nada menos que 68 grados. Bebía hasta quedar inconsciente. Había veces que se lo encontraban todo "largo" por las calles de Montmartre y en una ocasión ante tamaño escándalo la policía tuvo que intervenir porque al parecer en su habitación estaba matando arañas con una escopeta. Lo habréis adivinado, verdad?. Eran los delirium tremens de un alcohólico redomado. No contento con su ya alcoholismo Henri portaba un curioso bastón modificado para así poder introducir ni más ni menos que medio litro de absenta y beber a escondidas o a cualquier hora. Un desastre. Para colmo de males, Henri padecía sífilis dada su vida de licencia sin límites y tomaba el único remedio recomendado de la época: Mercurio. Un disparate. Si os fijáis, Henri siempre aparece en las fotografías con la boca cerrada y es que la ingesta de mercurio a la par que medicamente produce locura ennegrece los dientes.
Con estos mimbres su madre lo introdujo en un sanatorio, en un psiquiátrico. La familia estaba desolada y el muy ladino del padre el cual jamás había dirigido una palabra cariñosa a su hijo, se sentía avergonzado y muy dolido en su honor, les pasa a muchos padres. Pero al cabo de unos meses mejoró bastante y desarrolló una serie de cuadros sobre el mundo del circo, él que era todo un showman de la noche y de los bajos fondos, uno más del pueblo logró salir de ese sanatorio. Pero volvió a recaer en su adicción y definitivamente su madre se lo llevó a casa a cuidarlo.

Henri Marie de Toulouse Lautrec fenecía así en su cama un 9 de Septiembre de 1901 a las 2:15 horas. Postrado y al borde de la muerte, su padre entró en la habitación y le dijo:
"Sabía no te perderías la matanza, viejo loco!"
Y sus últimas palabras, como no, fueron dedicadas a su madre la cual atinó a decirle:
"Mamá, tú, nadie más que tú".
El padre, obstinado hasta la muerte con su hijo se empeñó en enterrarlo en el castillo, pero su madre y al cabo de un tiempo lo desenterró y lo volvió a enterrar en un convento como así se había deseado en un principio. Al fin y al cabo su padre nunca pintó nada al lado de su hijo ni en el lienzo ni en la vida.
Por cierto, en 1895 viajó a Londres para conocer a Oscar Wilde. El hombre que con el cual moría el siglo XIX, un decadente al igual que Henri, porque...... el fin del XIX fue patrimonio de los decadentes, de Wilde, Henri, Degas, Van Gogh, Gauguin.... De aquellos que eran distintos porque lo mejor era lo distinto y nadie lo sabía.

Aquí os pongo a otro decadente a Oscar Wilde. El sumo pontífice de la decadencia victoriana:
http://laverdadteharalibre6.blogspot.com.es/2014/05/el-sumo-pontifice-de-la-decadencia-con.html
Dedicado especialmente a Ceballos y sus dibujos del foro de César Vidal. Para que le sirva de acicate en su gran afición: Dibujar. Va por tí, Luis Miguel.
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